La explotación infantil, un problema de
todos
Ya son 218
millones los niños que cada día se ven obligados a realizar trabajos forzosos y
altamente peligrosos. Cifra que ha ido creciendo de manera considerable a lo
largo de los últimos años. Actualmente, 8 millones de niños son esclavizados
para trabajar en las minas, en el campo e incluso en sus propias casas. En la
mayoría de los casos, se trata de un maltrato que afecta principalmente a niños varones. Sin embargo, en los últimos
años ha aumentado de forma desorbitante el número de niñas que cada día son
explotadas sexualmente u obligadas a contraer matrimonio por la fuerza con
fines comerciales.
Desgraciadamente
vivimos en una sociedad que se muestra ajena al problema. Es duro pensar que
existen millones de niños en el tercer mundo que tratan de sobrevivir en
situaciones precarias. Sin embargo desde el “primer mundo” prefieren hacer la
vista gorda y pensar que se trata de un problema que no nos concierne. La mayor
parte de las personas de este país piensa que la explotación infantil sólo
afecta a los niños de los países menos desarrollados.
Un informe de
UNICEF publicado por El Mundo asegura que en España existen más de 170.000
menores de dieciséis años trabajadores. Se trata de niños que se ven obligados
a dejar de lado su educación para ser explotados y maltratados de la forma más
atroz. A esto hay que sumarle los más de 70.000 niños que no acuden a clase o
no están escolarizados.
Un estudio
realizado a chicos y chicas de entre diez y quince años ha desvelado cifras
verdaderamente sorprendentes. Según las encuestas más de 100.000 menores se
dedican a tareas domésticas; 15.000 trabajan a diario en el negocio familiar,
10.000 se dedican a tareas agrícolas, ganaderas o de pesca; 10.000 lo hacen en
publicidad, 4.600 se emplean en fábricas y talleres y 2.000 recorren las
carreteras para trabajar en la venta ambulante. A pesar de las cifras, el gran
reto de todos los gobiernos y las instituciones internacionales que luchan
contra la trata de seres humanos es "identificar a más víctimas" para saber qué
situaciones les hacen "más vulnerables" y evitarlas.
En nuestro país,
la explotación infantil afecta principalmente a los inmigrantes, con especial
incidencia en los magrebíes y portugueses. Normalmente son utilizados para
recoger aceitunas en Jaén o tomates en Extremadura. En lugares como Canarias,
Murcia y Castilla-La Mancha ha aumentado la mano de obra infantil,
especialmente extranjera.
Los niños son
más fáciles de reclutar, convencer y trasladar que los adultos, y por tanto,
frente a unos costes muy bajos, generan un gran beneficio económico. De este
modo la explotación infantil se ha convertido en un negocio que mueve unos
23.500 millones de euros anualmente en todo el mundo.
Irene Cuesta Perdido
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